La teoría de Marx de la revolución socialista se basa en el principio fundamental de que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma”. Marx sostuvo este punto de vista durante todos sus cuarenta años de actividad política socialista, y distinguió su teoría tanto de las que invocaban a los príncipes, a los gobernantes o a los empresarios industriales para que cambiaran el mundo en beneficio de la clase obrera (al estilo de Roberto Owen y Saint Simon), como de los que confiaban en la acción determinante de la minoría ilustrada de los revolucionarios profesionales para liberar a la clase obrera (como Buonarotti, Blanqui y Weitling).
Auto emancipación consciente
Marx vio que la posición social misma de la clase obrera era la de la clase que produce la riqueza, es explotada, nada posee y se ve forzada a luchar en contra de las condiciones capitalistas de existencia. Puede decirse que este “movimiento” de la clase obrera es implícitamente socialista ya que a final de cuentas se refiere a quién debe tener el control de los medios de producción: si la minoría capitalista o la clase obrera (es decir, la sociedad en su conjunto). Al principio, creía Marx, el movimiento de la clase obrera sería inconsciente y desorganizado, pero, con el tiempo, a medida que los obreros fueran ganando experiencia en la lucha de clases y el funcionamiento del capitalismo, se iría volviendo cada vez más conscientemente socialista y organizado democráticamente por los propios obreros.
Esa comprensión del socialismo que obtendrían los trabajadores a partir de la experiencia podría calificarse de “espontánea” en el sentido de que no requeriría de la intervención de personas ajenas a la clase obrera para que tuviera lugar (lo que no significa que los no obreros no podrían tomar parte en este proceso sino que su participación no es esencial ni decisiva). La propaganda y la agitación socialista sí serían necesarias pero tendrían que ser realizadas por los propios obreros cuyas ideas socialistas de habrían derivado de una interpretación de experiencia de clase dentro del capitalismo. El resultado final sería un movimiento independiente de la clase obrera de mentalidad socialista y organización democrática, dirigido a ganar el control del poder político con objeto de abolir el capitalismo. Como Marx y Engels lo expresaron el Manifiesto comunista, “el movimiento proletario es movimiento con consciencia de sí mismo e independiente de la inmensa mayoría en interés de la inmensa mayoría”.
Tal fue la concepción que Marx tuvo del “partido de los trabajadores”. Él no vio el partido de la clase obrera como una élite, autonombrada, de revolucionarios profesionales, como hicieron los Blanquistas, sino como el movimiento democrático en masa de la clase obrera con el propósito de establecer el socialismo, la propiedad común y el control democrático de los medios de producción.
El punto de vista opuesto de Lenin
El descrito en el párrafo anterior fue el punto de vista de Marx pero no el de Lenin. Este, en su folleto Qué hace, escrito en 1901-2, declaró:
Lenin desarrolló el argumento de que la gente que tendría que llevar la “conciencia socialista” a la clase obrera “desde fuera” serían los “revolucionarios profesionales”, que saldrían principalmente de las filas de la intelligentsia de la burguesía. De hecho, argumentó que el Partido Social-Demócrata Ruso debería ser una “organización de revolucionarios profesionales”, que fueran la vanguardia de la clase obrera. La tarea de este partido de vanguardia que estaría compuesto de revolucionarios profesionales bajo estricto control central sería la de “ponerse a la cabeza” de la clase obrera, ofreciéndoles consignas que le sirvieran de guía y por las cuales luchara. Es la antítesis misma de la teoría de Marx de la auto emancipación de la clase obrera.
El golpe bolchevique
La implicación de la teoría de Marx de la auto emancipación de la clase obrera es que la inmensa mayoría de la dicha clase obrera debe empeñarse conscientemente en la revolución socialista contra el capitalismo. “El movimiento proletario es el movimiento independiente y consciente de sí mismo de la inmensa mayoría en interés de la inmensa mayoría”.
El golpe bolchevique de noviembre de 1917, realizado con el pretexto de proteger los derechos del Congreso de los Soviets, no gozó del apoyo de la mayoría consciente, al menos no del socialismo, aunque su consigna de “Paz, pan y tierra” fue de gran popularidad. Por ejemplo, las elecciones para la Asamblea constituyente, realizada después del golpe bolchevique y así bajo el gobierno bolchevique, les dio sólo el 25 por ciento de los votos.
John Reed, periodistas norteamericano simpatizante de los bolcheviques, cuyo famoso relato del golpe bolchevique, Diez días que conmovieron el mundo, fue elogiado en un prólogo por Lenin, cita a este al replicar a esta clase de crítica en un discurso pronunciado ante el Congreso de los Soviets Campesinos, del 27 de noviembre de 1917.
Compárese lo anterior con un pasaje del comunista utópico Weitling: “desear esperar… hasta que todos estén ilustrados convenientemente ¡sería abandonarlo todo! No se trata, naturalmente, de que “todos” los trabajadores tengan que ser socialistas antes de que haya Socialismo. Marx, al rechazar la idea de que el Socialismo podría ser establecido por una minoría ilustrada, sólo estaba diciendo que una mayoría suficiente de obreros tendría que ser socialista.
La herencia de Lenin
Habiendo tomado el poder antes de que la clase obrera (y, aun menos, el 80 por ciento de la mayoría campesina de la población) estuviera preparada para el Socialismo, todo lo que el gobierno socialista pudo hacer, como Lenin lo admitió francamente, fue establecer el capitalismo de estado en Rusia. Eso fue lo que hicieron, al mismo tiempo que imponían su propia dictadura a la clase obrera.
Del desdén por las capacidades intelectuales de la clase obrera nació la afirmación de que el partido de vanguardia debería gobernar en representación de la dicha clase obrera, incluso en contra de la voluntad de ésta. La teoría de Lenin del partido de vanguardia se llegó a venerar como un principio de gobierno (“el papel conductor del Partido”) que sirvió para justificar lo que resultó la dictadura política más prolongada de la historia.
Sigue pendiente la emancipación de la clase obrera por sí misma, que es por lo que abogó Marx.