¿Hay un ” derecho de las naciones a la autodeterminación ” del cual
los Socialistas debieran ser partidarios? Esta fue la cuestión
debatida por los Socialdemócratas antes de la primera guerra mundial,
especialmente en Rusia y en Austria, ambos imperios multinacionales
por aquél entonces. Lenin, fiel a su visión oportunista de que
cualquier slogan era útil si ayudaba, dijo sí a ” movilizar a las
masas “. Entre los que contestaron no, estaba Rosa Luxemburg.
Que esto fue así, hace bastante lo sabemos, pero hasta la reciente
publicación de una selección de sus escritos sobre The National
Question (editada por Horace B. Davis, Monthly Review Press), no
habíamos tenido la oportunidad de juzgar el valor de los argumentos
por ella empleados. Que sus escritos en la materia -contrariamente a
aquellos sobre economía y otras cuestiones- hayan permanecido
inasequibles por tanto tiempo no es accidental. Los publicistas de
izquierda simplemente no estuvieron interesados en publicar la crítica
de lo que se ha convertido en un dogma en los círculos de izquierda:
que los Socialistas están moralmente obligados a apoyar las luchas por
la “liberación nacional”.
Rosa Luxemburg nació en 1871 en Zanosc (aunque fue criada en
Varsovia), el cual en los mapas actuales es un pueblo en el este de
Polonia, cercano a la frontera con Rusia. Pero en 1871, era parte del
Imperio Ruso, ya que Polonia no existía como Estado independiente
desde 1795. Durante el período 1772-1795, Polonia había sido de hecho
repartida entre Rusia, Austria y Prusia. Cerca de un 2/5 de la Polonia
anterior a 1772 fue para Rusia, y aproximadamente un 1/5, tanto para
Prusia como para Austria.
Cuando el movimiento socialdemócrata creció en Alemania y Austria
hacia fines del S. XIX, también se propagó en las áreas
polaco-parlantes de esos países. Inicialmente los socialdemócratas
polaco-parlantes se unieron a los partidos alemanes y austriacos, pero
en 1892 fueron formados en ambos países partidos polacos de manera
separada. Posteriormente ese año, se amalgamaron para formar el
Partido Socialista Polaco (PSP), con representantes de la Polonia
Rusa. El PSP hizo de la reconstrucción de una Polonia independiente,
dentro de sus límites previos a 1772, su exigencia principal. Al año
siguiente una cantidad de polacos jóvenes se exiliaba en Zürich,
incluida Rosa Luxemburg, escindidos precisamente en este punto, y
fundaban La Socialdemocracia del Reino de Polonia (SDRP).
La elección de tan extraño nombre era deliberada, ya que el ” Reino de
Polonia ” era el nombre oficial de la Polonia Rusa. El nombre, por lo
tanto, proclamaba que había un partido operando sólo en Rusia. Y de
hecho, cuando el Partido Socialdemócrata Ruso finalmente se formó, el
SDRP (o más precisamente, luego de la adhesión de un grupo lituano en
1899, el SDRPL) fue su sección en Polonia y en Lituania.
El tema de si la independencia de Polonia debía ser o no apoyada,
surgió en el Congreso de la Segunda Internacional en Londres en 1896,
al cual el PSP había enviado una resolución en la cual declaraba ” que
la independencia de Polonia representa una exigencia política
imperativa, tanto para el proletariado polaco como para el movimiento
obrero internacional en su totalidad “. Rosa Luxemburg se opuso a esto
con firmeza, y escribió una serie de artículos en la prensa de la
Internacional socialdemócrata, argumentando que los trabajadores
debían organizarse independientemente de su nacionalidad, dentro del
Estado capitalista en el cual se encontraban, y que no debían buscar
volver a trazar esas fronteras; que la pelea para alcanzar esto
desviaría a los trabajadores de la lucha de clase y del socialismo. La
moción del PSP de hecho no fue sometida a votación, sino que fue
reemplazada por una vaga resolución general que, sin embargo, aún se
refería a ” el completo derecho de toda nación a la
auto-determinación. “
Al oponerse a una Polonia independiente, Luxemburg estaba yendo en
contra de una exigencia sostenida por Marx a lo largo de su vida
política. Ella era bien conciente de esto, y no dudaba en describir
los puntos de vista de Marx respecto de la Cuestión Polaca, como “
obsoletos y equivocados “. Dado que esta postura ha sido proseguida
por el Partido Socialista de Gran Bretaña, será interesante examinar
los argumentos de Luxemburg sobre este punto.
En 1848, señalaba ella, los demócratas de Europa Occidental, entre los
cuales se debe incluir a Marx, deseaban una Polonia independiente,
instaurada para actuar como una barrera entre la Rusia Zarista y
Europa Occidental, de modo de remover la amenaza de que una
intervención zarista detuviera allí la extensión de la democracia
política. Esto, decía, era una posición sostenible en 1848, pero no en
los años 1890 o en los años 1900 (ni siquiera en 1880, cuando Marx
hizo una declaración más, a favor de la independencia polaca); ya que
en ese lapso, gracias a la introducción del capitalismo, y con él la
de un proletariado industrial urbano, Rusia no era ya la monolítica
fuerza de la reacción que había sido. En la medida en que el
capitalismo y la clase obrera se desarrollaran en Rusia, así también
se desarrollaría la posibilidad de derrocar al zarismo y establecer
allí también una democracia política. En lo que respecta a Polonia,
argumentaba que la introducción del capitalismo había ligado tanto a
la Polonia rusa a Rusia (la industria polaca abastecía al mercado
ruso), que la propuesta de reestablecer una Polonia independiente era
de todos modos una ” fantasía utópica “.
Luxemburg continuó señalando que la exigencia en pro de una Polonia
independiente, era la exigencia a favor del establecimiento de otro
Estado capitalista, inevitablemente expansionista y opresor. Esto,
decía, no era la tarea de los trabajadores; lo que les concernía en
aquel entonces era conquistar diversas libertades democráticas
elementales. Así exhortó a los trabajadores polaco-parlantes en la
Polonia rusa a luchar, junto con los trabajadores de todas las otras
nacionalidades que se encontrasen dentro de los límites del Imperio
ruso, a derrocar al zarismo y a establecer una democracia política en
Rusia (los trabajadores polaco-parlantes en Alemania y en el Imperio
austriaco, deberían estar del mismo modo, luchando allí con sus
compañeros para establecer una democracia política). Luxemburg
consideraba que el fin de la discriminación basada en la nacionalidad
o en el lenguaje -con total arreglo para el uso de lenguas
minoritarias en todos los aspectos de la vida social y política-, como
parte integral de la democracia política que exhortaba a instaurar
bajo el capitalismo, era un medio para facilitar la lucha por el
socialismo. De hecho, fue aún más lejos, y argumentó detalladamente,
en una serie de artículos publicados en 1908-09, que debía darse a
Polonia autonomía dentro de cualquier república democrática toda rusa
. De este modo el SDRPL respondió al reclamo del PSP sobre la
restauración de una Polonia independiente, con la exigencia de un
autogobierno para la Polonia rusa, en el interior de una Rusia
democrática.
No negamos que en las condiciones políticas absolutistas de la Rusia
zarista, la clase obrera estaba obligada a luchar por libertades
políticas como el voto, libertad de prensa, y libertad para formar
sindicatos y partidos políticos; pero esto debía, y podría haberse
hecho, de acuerdo a una lucha clara y sin compromisos por el
socialismo mundial. Luxemburg por supuesto sabía lo que era el
socialismo, y de hecho realizó propaganda por él, pero como
socialdemócrata estaba conminada a la errónea teoría de que un partido
socialista debe tener un programa ” mínimo ” de reformas políticas y
sociales, a alcanzar dentro del capitalismo, así como un programa “
máximo ” de socialismo.
No obstante, puede decirse a favor de la formulación de Luxemburg -de
que los trabajadores de la Polonia rusa debían luchar junto con los
otros trabajadores de Rusia, por una república democrática toda rusa-
que no hizo concesiones al nacionalismo; apeló a ellos como
trabajadores, no como polacos. Ella sabía que una campaña para
establecer una Polonia independiente, desataría las pasiones
nacionalistas que desviarían a la clase trabajadora de la Polonia
rusa, no sólo de la lucha para establecer el socialismo, sino aún de
la lucha por la conquista de libertades democráticas elementales. En
este punto, se ha probado que tenía razón: cuando Polonia conquistó la
independencia en 1919, una dictadura nacionalista autoritaria,
comandada por el ex líder del PSP, Pidulski, llegó pronto al poder.
Sin embargo, los acontecimientos han probado su equivocación en creer
que la independencia de Polonia hubiera sido una « fantasía utópica ».
Si se hubiera limitado a decir que un Estado polaco independiente
habría continuado bajo la dominación de Rusia, o de alguna otra gran
potencia, hubiese estado en lo cierto. Pero lo que estaba sugiriendo,
era que incluso la independencia política formal de Polonia era
imposible. El hecho de que Polonia obtuvo tal independencia en 1919,
hace de sus argumentos una pintoresca lectura hoy en día, pero aún
sigue siendo verdad que Polonia nunca ha sido realmente independiente
de una u otra potencia imperial. Veinte años luego de ser ” restaurada”, Polonia fue nuevamente dividida entre Alemania y Rusia, y desde la
guerra, ha sido un mero satélite ruso. De hecho, partes de la Polonia
anterior a 1772 se encuentran hoy nuevamente en Rusia. El error de
Luxemburg en esto, debería ser una advertencia para los socialistas,
de no ser dogmáticos en asuntos como este: el capitalismo puede ser
muy flexible en sus instituciones políticas.
El tópico del ” derecho de las naciones a su autodeterminación “
surgió nuevamente en 1903, cuando los socialdemócratas rusos
incorporaron la exigencia en sus programas de manera oficial. Una vez
más Luxemburg se opuso a esto, no sólo como políticamente equivocado,
sino como teóricamente precario. Sus argumentos sobre este último
punto son iguales a los nuestros:
Un ” derecho de las naciones ” que es válido para todos los países en
todos las épocas, no es más que un cliché del tipo de ” derechos del
hombre ” o ” derechos del ciudadano “.
Cuando hablamos del ” derecho de las naciones a su autodeterminación
“, estamos usando el concepto de ” nación “, como una entidad social y
políticamente homogénea… En una sociedad de clases, ” la nación ” como
una entidad sociopolítica homogénea no existe. Más bien lo que existe
es, dentro de cada nación, clases con intereses y ” derechos “
antagónicos.
Se incluye en un apéndice de la selección de Davis de los escritos de
Rosa Luxemburg sobre esta cuestión, una declaración publicada en 1916
en un oscuro periódico escrito en polaco, por algunos miembros del
SDRPL en el exilio. Este muestra un destacable grado de entendimiento
sobre el tema, en especial lo que sigue:
El así llamado derecho a la autodeterminación, es también usado con la
salvedad de que ha de volverse una realidad por vez primera bajo el
socialismo, y por lo tanto, es una expresión de nuestra ardua lucha
por él. Esta propuesta está abierta a las siguientes objeciones:
sabemos que el socialismo eliminará toda la opresión de las naciones,
y acabará con los intereses de clase que son la fuerza impulsora de
tal opresión. Además, no tenemos razones para suponer que la nación,
en una sociedad socialista, formará una unidad político-económica.
Todo parece indicar que tendrá el carácter de una unidad cultural y
lingüística, dado que la división territorial de la unidad cultural
socialista, en cuanto a que ésta es la que sobrevivirá, sólo puede
seguir las necesidades de la producción, y esta división habrá de
estar determinada, no por naciones individuales de forma separada, de
su propia fuerza (como el ” derecho a la autodeterminación ” lo
exige), sino mediante la acción conjunta de todos los ciudadanos
interesados. Adjudicar al socialismo la fórmula ” derecho a la
autodeterminación “, surge de un desconocimiento total de la
naturaleza de la sociedad socialista.
No podríamos expresarlo mejor. Desafortunadamente, la mayoría de
aquellos que expresaron tales puntos de vista, fueron posteriormente
separados por el Bolchevismo y la Revolución Rusa, y pronto
desaparecieron de la escena de la historia.
Aunque Luxemburg conocía lo que era el socialismo, y tenía una
honorable trayectoria en oponerse a la Primera Guerra Mundial, así
como al reformismo dentro de la socialdemocracia y a las prácticas
antidemocráticas de los bolcheviques, también cometió sus errores.
Pero en la cuestión del nacionalismo, con sus críticas a la posición
de Marx por ” obsoletas y equivocadas “, hizo una importante
contribución a la teoría socialista. Es de esperar que la publicación
en inglés de sus puntos de vista en este tema, ayudará a echar por
tierra el slogan ” el derecho de las naciones a su autodeterminación”.
De Socialist Standard 1978-04 Rosa Luxemburgo y la Cuestión Nacional
Movimiento Socialista Mundial